¿De qué color es mi dinosaurio?

El mundo animal está representado por una inagotable paleta de colores, sin embargo, ¿cualquier animal tiene la capacidad de expresar cualquier color? Las diferentes razas de perro son un ejemplo de la gran diversidad de pelajes, formas y hasta colores que pueden tener estos animales, pero, ya lo dice el dicho “más raro que un perro verde”, siempre estarán dentro de unos límites.

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Autor: Eric Moreno

4/10/20229 min read

Green eye
Green eye

El mundo animal está representado por una inagotable paleta de colores, sin embargo, ¿cualquier animal tiene la capacidad de expresar cualquier color? Las diferentes razas de perro son un ejemplo de la gran diversidad de pelajes, formas y hasta colores que pueden tener estos animales, pero, ya lo dice el dicho “más raro que un perro verde”, siempre estarán dentro de unos límites.

El poder del melanosoma

El melanosoma, sin entrar en una mayor profundidad, es el orgánulo que produce melanina y se halla dentro de las células. En la epidermis, concretamente. Y la melanina es un pigmento. Dependiendo de cómo estén distribuidos y en qué concentración, estos melanosomas variarán su producción de melanina dando lugar a tonalidades distintas. Es indiferente que se encuentren en el folículo piloso, como en el caso de los mamíferos, o en las plumas como en el caso de las aves. Los melanosomas, Incluso, pueden ir modificándose tanto en distribución como en concentración durante las diversas etapas del desarrollo del animal.

Y ya que hablábamos de los mamíferos, en realidad, sus pigmentos son bastante escasos en comparación con los de otros animales. Solo disponemos de dos: la feomelanina, que nos otorga colores que van del amarillo al rojo, y la eumelanina, que va del marrón al negro.

¿Eso quiere decir que un mamífero jamás podría ser violeta? Efectivamente. No hay perros verdes ni violetas.

No obstante, existen anomalías de la pigmentación. Una, seguramente la más conocida por todo el mundo, es el albinismo. Una alteración aparece al no producirse pigmentos de color en el organismo. Aunque también es posible el leucismo, que es igual que el albinismo, pero sin la gran sensibilidad al sol que tienen los albinos (la melanina protege del sol, es nuestra crema solar de nacimiento). Y no siempre es total, pueden ser blancas solamente algunas zonas. Es decir, el oso panda y el oso polar sufren de leucismo, pero en diferente grado.

(Foto: https://www.nationalgeographic.es/animales/oso-panda-gigante)

También existe el melanismo que, a groso modo, sería una hiperproducción de pigmento haciendo tan denso el color que parece negro o muy, muy oscuro. De hecho, la famosa pantera negra no es más que un leopardo con melanismo. Pero a todos nos llamaría más la atención una pantera blanca, ¿verdad?

En total cinco tipos de pigmentos de melanina en el reino animal. En estructuras como las plumas de las aves, que permiten un gran abanico de colores, encontramos verdes como el que produce la turacoverdina o rojos, aunque en este caso no es el “rojo mamífero” producido por la feomelanina, sino el rojo que produce otra sustancia llamada turacina.

Pero no vamos a introducirnos en más colores ni en los nombres de cada pigmento y casos especiales. De hecho aún queda algo por explicar antes de dar respuesta a la pregunta de qué color era mi dinosaurio.

El ojo que todo lo ve… O casi todo

Una de nuestras ventajas evolutivas como homínidos es la vista. Que sí, es muy interesante eso de poder caminar bípedos totalmente y poder usar las manos para seguirnos por Instagram, pero poder distinguir entre colores es también una herramienta poderosa.

¿Sabéis cómo funciona el ojo, verdad? La luz incide en los objetos, los objetos rebotan aquel color de luz que no absorben, nos llega al ojo en forma de imagen invertida, la retina lo corrige y voilà, ya sabemos dónde están las llaves.

Pero todo se puede complicar un poco más. En el ojo hay dos tejidos de gran importancia. Por un lado están los bastones, que no permiten ver colores y apenas los detalles, pero sí son los responsables de que veamos con muy poca luz y que distingamos objetos en movimiento. Y, por otro lado, están los conos, que permiten ver colores y un alto nivel de detalle en las imágenes, pero solo funcionan cuando hay condiciones buenas de luz. Los conos, además, son sensibles a los contrastes.

Los que más nos interesa ahora mismo son los conos, pues tanto algunos primates como nosotros disponemos de tres tipos de fotopigmentos, es decir, sustancias químicas que perciben el color. Estos fotopigmentos funcionan para tres colores: el rojo, el verde y el azul. Y esas longitudes de onda se captan de una forma tan precisa que somos capaces de diferenciar entre colores y conformar lo que bautizamos como “espectro de la luz visible”.

Pero vamos a entrar en polémica, que esto siempre nos gusta. ¿Sabéis cuantos fotopigmentos tienen la inmensa mayoría de mamíferos? Pues dos. Son capaces de ver el azul y el amarillo, pero cuando llega el verde y el rojo la cosa se complica y lo que ven, en realidad, son unos tonos grisáceos o tenues poco definidos.

Por eso mismo, a nosotros, pensar que un tigre se camuflaría en la vegetación de la jungla cuando va vestido de un potente naranja con rayas negras nos parece absurdo. Hasta que nos cambiamos los ojos y lo vemos como lo hacen la gran mayoría de mamíferos, es decir, sus presas.

(Foto https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rsif.2019.0183)

¿Y qué hay de los reptiles? Los geckos, por ejemplo, con esos hermosos y grandes ojos, son capaces de ver más de 300 veces mejor los colores que los seres humanos. Incluso de noche. Y puntualizamos en “incluso de noche” porque nosotros vemos sin color durante la noche. ¿Recordáis que había conos y bastones en el ojo? Pues los bastones permiten la visión nocturna. A más bastones, mejor visión nocturna, pero peor visión diurna y diferenciación de los colores. De hecho, aunque no lo parezca, nuestros ojos tienen más proporción de bastones que de conos. Pero los ojos de los geckos están enteramente formados por conos en su retina. Sus pupilas verticales están rodeadas de un entramado de tejido que las dilata o contrae según la luz existente y así enfocar objetos que están a diferentes distancias. Durante la noche, se dilatan al máximo permitiendo que la más mínima longitud de onda lumínica sea captada y potenciada para así ver incluso los colores. Sin embargo, cabe aclarar que ningún ser vivo es capaz de ver en la extrema oscuridad.

(Foto: https://kids.nationalgeographic.com/wacky-weekend/article/hidden-animals)

Los ojos de los geckos, o los nuestros, no son los únicos especiales. Pero creemos que el siguiente grupo animal merece su apartado propio.

¿Qué fue primero, el ave o la pluma?

Ya sabemos que lo de antes os puede haber parecido “poco polémico”, pero es que ahora vienen las curvas fuertes… Y es que hay algo que ya está más que integrado en nuestro día a día: las aves vienen de los dinosaurios. De hecho, Archaeopteryx, Anchiornis, Xiaotingia, Jeholornis, Aurornis, entre otros animales fósiles, ya disponían de plumas. Tal vez no de la pluma estructuralmente como la conocemos hoy día, pues aún no servía para volar, pero sí de su versión 1.0 en forma de protopluma.

Lo polémico llega cuando se ha clasificado a estos animales extintos de hace más de 100 millones de años dentro del clado Avialae. Desde hace ya mucho tiempo, la clasificación del clado Avialae ha incluido a todos los dinosaurios del clado Maniraptora que estuvieran más cerca del género Passer que a otros.

Como curiosidad, el gorrión común es Passer domesticus. Estamos seguros de que ya no veréis a estos pequeñines como antes.

Y es que, como comentábamos, en el registro fósil de los animales antes mencionados se hallaron restos de plumas. Así que la pluma fue antes que el ave. Y no sólo eso, ¿cómo os quedaríais si os dijéramos que han encontrado melanosomas fósiles con los pigmentos de color en algunos de esos individuos?

Anchiornis, sin irnos más lejos, es uno de los fósiles que mejor ha preservado la información de su coloración en vida. Gracias a ello, podemos reconstruirlo sin apenas error en su coloración.

(Foto: https://twitter.com/MarkWitton)

Pero es que en las aves, los colores presentes en las plumas van más allá. En otro Maniraptora en el que se halló suficiente información sobre parte de sus pigmentos en las plumas, estos pigmentos estaban estructurados unos sobre otros de forma que, al compararlo con las aves actuales, encajaba con el plumaje del mirlo o del cuervo. De color negro, pensaréis. Va más allá. De color negro iridiscente. Este animal fue Microraptor.

(Foto: https://artsandculture.google.com/asset/microraptor-photo-zhao-chuang-courtesy-of-peking-natural-science-organization/XwHRCf0-AEcwmw)

El color negro, principalmente formado por eumelanina, puede estar entrelazado a nivel microscópico en nanoestructuras de la propia pluma. Estas nanoestructuras que son totalmente imperceptibles al ojo humano y cada una de ellas tiene su color propio. Un color que además puede no ser “limpio”, es decir, que al tratar de detectarlo mediante espectrofotometría, la longitud de onda no es precisa y abarca más de un solo color. Y cuando el ojo intenta recibir esa información solo ve uno cuando el objeto está inmóvil. Pero cuando se mueve y la luz va incidiendo brevemente en cada nanoestructura se convierte en todo un festival de colores cambiantes. Se produce la iridiscencia.

¿El ojo perfecto?

Es cierto es que las comparaciones son odiosas, pero… Las aves pueden ver cerca del doble o incluso 8 veces más lejos que nosotros. Tienen más de 10 veces mayor detección del movimiento y, por si fuera poco, ¿recordáis aquello de lo importantes que éramos los primates por ver todos los colores? ¿Quién dijo que eran los únicos colores? En todo caso, son los únicos colores que los humanos podemos ver. Las aves tienen cuatro fotopigmentos, uno más que nosotros. Y eso les permite ver el ultravioleta.

(Foto: https://www.boredpanda.es/vision_pajaros_versus_humanos/?utm_source=google&utm_medium=organic&utm_campaign=organic)

No parece gran cosa dicho así, ¿verdad? Hasta que aplicamos la espectofotometría y un ave sin apenas encanto se torna en esto:

(Foto: https://www.demilked.com/bird-vs-human-vision/)

El color dependiendo de cómo se mire

Los colores dependen de muchísimos factores. Principalmente su uso. Como por ejemplo, para camuflarse. Pero ¿qué ocurre con la perdiz nival? Su color, su camuflaje, varía dependiendo de la estación del año para optimizar la función de sus colores.

(Foto: https://cimanorte.com/la-perdiz-nival-en-el-pirineo/)

Y no todos los colores son para camuflarse. Los hay para lucirse en busca de pareja o para ser agresivos visualmente y alejar a posibles depredadores.

Muchos animales acuáticos, o que viven próximos al mar, tienen coloraciones oscuras en el parte posterior de su cuerpo y coloración clara en la anterior para que, si lo observan desde el agua, se confunda con el cielo. Y si lo ven desde arriba, se confunda con la oscuridad de las aguas.

Y ya para acabar de rizar el rizo, hay colores adquiridos de forma exógena. Es decir, que se adquieren del exterior, principalmente por la dieta. Por ejemplo, el pigmento caroteno, que puede dar colores rojizos, naranjas, amarillos, y todas sus variedades. El caso más famoso es el del flamenco.

(Foto: https://www.1zoom.me/es/wallpaper/480225/z756/1920×1080)

Por lo tanto, ¿de qué color es mi dinosaurio?

Lo que sí está claro es que es posiblemente erróneo tratar de representar a unos animales como los dinosaurios, que están más próximos a los reptiles y a las aves, con los colores que tendría un mamífero. Cierto es que puede quedar muy resultón ilustrar a un Iguanodon usando el patrón de color del tigre. Sin embargo, lo más probable es que el resto de animales a su alrededor, e incluso el propio Iguanodon, dispusieran de tres o cuatro fotopigmentos en sus ojos, por lo que serían unos graciosos animales naranja con rayas negras que no encajarían en su ecosistema e irían disfrazados de diana perfecta para sus depredadores.

En conclusión, se podría argumentar que mientras no existan evidencias firmes de la coloración de una especie determinada de dinosaurio, su color puede ser de decisión libre del paleoartista. Pero como personas de mente científica que somos, nos alegramos de que cada vez sean más los paleoartistas que se esfuerzan en realizar, por breve que sea, un estudio sobre el hábitat, y hasta del posible comportamiento del dinosaurio, antes de dejarse llevar por las musas. Es indispensable para poder representar a estos bellos animales con gran cariño y respeto.