Fosiles vivientes: gingko biloba

Fósiles vivientes: el Ginkgo biloba

Con este artículo, empezamos una serie sobre los conocidos popularmente como fósiles vivientes. Inaugura la sección una especie con un nombre que es un poco lío: sí, igual escribimos ginkgo que gingko, y creemos que nos moriremos con la duda de cómo se pronuncia correctamente. Bromas aparte sobre cómo seis letras pueden complicarte tanto la existencia redactando un artículo, antes de hablar del ginkgo, hay que explicar un poco el concepto de fósil viviente.

Qué es un fósil viviente y qué no es

Aunque el origen de la expresión es incierto, se le atribuye al mismísimo Charles Darwin. Y es un oxímoron. O sea, decir fósil viviente es como decir muerto viviente, porque los fósiles son piedras y las piedras no tienen vida. Resumiendo, el término fósil viviente se considera coloquial, no científico, y tampoco se ajusta exactamente a lo que la mayoría de los profanos en paleontología pensamos que es. Un fósil viviente es aquel animal que lleva millones de años en el planeta y que no ha evolucionado nadita en todo ese tiempo, ¿verdad? Pues no. Por fósil viviente, en realidad, nos referimos a un taxón existente que se asemeja cosméticamente a especies ancestrales conocidas solo por el registro fósil. Para ponernos en contexto, en biología, un taxón es un grupo de organismos emparentados.

Es decir, queda muy chuli imaginar que los cocodrilos del Nilo llevan siendo exactamente iguales desde hace 83 millones de años, pero eso no es así. Los que aparecieron hace 83 millones de años fueron los primeros individuos del orden Crocodilia, que incluye a los actuales cocodrilos entre otras familias. El orden Crocodilia ha tenido especies que han ido extinguiéndose y otras que han ido apareciendo de manera más reciente, pero conservamos un registro fósil lo suficientemente completo y diverso como para relacionar a todos esos animales entre sí y observar la variación y relación entre las diferentes familias, géneros y especies de este orden.  Sentimos haberos desmontado un mito.

(Foto: evolución del celacanto)

Reivindicando la paleobotánica

Con nuestro amigo el ginkgo pasa un poco igual que con el cocodrilo del Nilo. Que sí, que es antiguo, pero es mentira eso de que lleva millones de años inmutable contemplando el devenir de las eras a su rollo mientras las demás especies aparecen y desaparecen. Por cierto, el ginkgo es un árbol, que creo que aún no lo habíamos dicho. Porque, claro, cuando pensamos en paleontología, lo primero que se nos viene a la mente son los dinosaurios. Es normal, los dinosaurios molan mucho. Luego, con suerte, pensaremos en algún otro animal extinto que también pueda englobarse dentro de la categoría “bicharraco gigante con muchos dientes”. Casi nadie se acuerda de que hace millones de años también existían bacterias, algas, animales pequeños y, por supuesto, plantas. La paleobotánica es la rama olvidada de una ciencia dominada por el marketing de las bestias del pasado.  Por eso la famosa e incorrecta expresión fósil viviente nos remite automáticamente a un cocodrilo, a un tiburón, o a un nautilo. Lo entendemos: ¿a quién no le va a gustar un cefalópodo del Paleozoico? Pero en Paleo-Logica amamos las plantas y por eso hemos decidido dedicarle este artículo al ginkgo, la especie arbórea más antigua del mundo.

(Foto: Ginkgo biloba en primavera)

Algunos datos sobre el árbol más antiguo del mundo

Actualmente, solo hay una especie viva del orden Ginkgoales, el Ginkgo biloba y es originaria de China. El orden Ginkgoales apareció por primera vez hace más de 290 millones de años. Fósiles muy similares a la especie biloba se remontan al Jurásico Medio hace aproximadamente 170 millones de años.

(Foto: fósil de ginkgo)

Su nombre también viene de China. El nombre chino más antiguo de esta planta es 銀 果, que significa «fruta plateada» (pronunciado yíngu en mandarín). Los actuales nombres de uso común son 白果 (Bái gu), que significa «fruta blanca», y 銀杏 (yinxing ), que significa «albaricoque plateado». El nombre actual del género se considera un error ortográfico que cometió el naturalista alemán Engelbert Kaempfer en 1711 cuando introdujo por primera vez la ortografía ginkgo en su libro Amoenitatum Exoticarum. Él traducía del japonés y tomó el nombre común del árbol que se correspondía con los caracteres chinos para “Albaricoque plateado”. La transcripción en alfabeto latino sería «ginkyo», pero él escribió “ginkgo”. Se ve que no hemos sido los primeros europeos en hacerse un lío con el nombre de la planta. Mal de muchos, consuelo de tontos.

(Foto: «Alfabeto japonés» por Engelbert Kaempfer, 1690-1693)

Lo de biloba tiene menos misterio y se lo debemos a Carl Linneo, que en 1771 describió la especie a partir de los diferentes tratados de medicina china en los que aparecía. Bi, significa dos y loba, lóbulo, por la forma tan característica de sus hojas. Ya tenemos la etimología del Ginkgo biloba.

Y os estaréis preguntando… ¿Por qué se llama albaricoque plateado? Bueno, igual no os lo estáis preguntando, pero nos va genial para conectar un tema con otro. Resulta que el Ginkgo biloba es una especie dioica, es decir, con sexos separados. Algunos árboles son hembras y otros son machos. Cuando el ginkgo hembra es fecundado con el polen de un ejemplar macho, forma unas estructuras parecidas al albaricoque que, en realidad, no son frutos sino semillas recubiertas de una cáscara con dos partes: una blanda y carnosa (la sarcotesta) y otra dura (la esclerotesta). Dado que las semillas no están protegidas por la pared del ovario, morfológicamente se puede considerar que el ginkgo es una gimnosperma.

(Foto: falso fruto del Ginkgo biloba)

También se dice que el ginkgo tiene propiedades medicinales. Los principios activos presentes en sus hojas y tallos ayudarían a revertir la demencia senil, a bajar la tensión arterial, a superar el mal de altura y a unas cuantas cosas más. La realidad es no hay evidencia científica sólida de que el ginkgo sirva para aliviar todos esos problemas de salud, pero sí se sabe que puede llegar a ser tóxico en grandes cantidades, además de que su polen es un gran alérgeno.

Los ginkgos son árboles grandes y caducifolios, que normalmente alcanzan una altura de 20 a 35 metros. Tienen raíces profundas y son muy resistentes al viento y a la nieve. Durante el otoño, las hojas se vuelven de un amarillo brillante. Además, son resistentes a las enfermedades, a los insectos no le suele gustar su madera y tienen la capacidad de formar raíces aéreas. Todo esto convierte al ginkgo en uno de los árboles más longevos del mundo. Curiosamente, pese a ser una planta capaz de soportar inclemencias diversas, no se naturaliza fuera de su entorno. No existen bosques de ginkgos y no suelen ser capaces de propagarse por ellos mismos fuera de su China natal.

Un árbol fascinante

El orden Ginkgoales, al que pertenece el Ginkgo biloba, apareció probablemente durante el periodo Pérmico aunque el primer fósil que se conoce es de principios del Triásico. El grupo sufrió una fuerte especiación durante el Mesozoico, llegando a su máxima diversidad de especies (que se conozcan, obviamente) en el Jurásico. A finales del Cretácico, el género redujo tanto el número de especies como su distribución geográfica, y durante el Paleoceno únicamente parecen sobrevivir dos especies: Ginkgo adiantoides y Ginkgo jiayinensis, ambas con una distribución muy limitada. El género desapareció del registro fósil durante el Mioceno, por lo que se consideró extinto… Hasta que en el s. XVII se descubrió una especie vivita y coleando: nuestro Ginkgo biloba. Cuando decimos que se descubrió, en realidad queremos decir que unos señores blancos se dieron cuenta de que en China había unos árboles que eran casi iguales a los que habían encontrado fosilizados. Los chinos, claro está, siempre han sabido que el ginkgo existía.

De hecho, se cree que el género Ginkgo se extinguió durante el Plioceno en todo el mundo salvo en una pequeña área del centro de China. Sobrevivieron lo suficiente para dar lugar a la especie moderna y para que apareciera el Homo sapiens, responsable último de la conservación de este árbol. Los únicos bosques de ginkgos de los que se tiene constancia están en la provincia de Zhejiang, en el este de China. Curiosamente, la variabilidad genética de estos árboles es mínima, por lo que se ha llegado a pensar que, en realidad, esos bosques se deben a la propagación humana. Probablemente los monjes budistas, por el carácter sagrado y medicinal del árbol, se dedicaron a propagarlos de forma asexual, o sea, por esquejes, hace unos 1000 años. También existen pequeñas poblaciones provenientes de reproducción sexual en la meseta tibetana oriental y es allí donde encontramos los ginkgos más antiguos del planeta. Algunos especímenes rondan los 2.500 años, pero no os equivoquéis: esos ginkgos son longevos, pero no viejos. Es decir, sus células no muestran signos de envejecimiento. Las conclusiones del estudio Multifeature analyses of vascular cambial cells reveal longevity mechanisms in old Ginkgo biloba trees, publicado por PNAS en 2020, incluye esta afirmación: «la condición predeterminada de las plantas es la inmortalidad». ¿Veis por qué las plantas molan incluso más que los dinosaurios?

Y acabamos el artículo con dos curiosidades sobre el Ginkgo biloba y Japón. El escudo de Tokio es una hoja de ginkgo y el árbol, el árbol de la ciudad. Está claro que el ginkgo ha fascinado al ser humano desde siempre.

(Foto: escudo Tokio. Be minimalist, my friend)

Y no es para menos. Para que os hagáis una idea de la resistencia de este árbol, seis ginkgos que vivían a 2 km del lugar donde impactó la bomba atómica de Hiroshima fueron de los pocos seres vivos macroscópicos que se sabe que sobrevivieron a la explosión. Los seis árboles aún están en pie. El ginkgo que aparece en esta foto fue el primero árbol en florecer en el radio de acción de la bomba atómica en la primavera de 1946.

(Foto: Hiroshima tras la caída de la bomba atómica)

Pese a ser un árbol sagrado en Japón y Corea, y ser utilizado como especie ornamental en países como Estados Unidos, Francia o España, el Ginkgo biloba ha entrado recientemente en la lista de especies amenazadas.

(Foto: Ginkgo biloba en otoño)

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