Abditosaurus, el titán de los Pirineos

Abditosaurus, el titán de los Pirineos

Las noticias caducan a la mínima y algo como el descubrimiento de un nuevo dinosaurio, el Abditosaurus, el titán de los Pirineos, que el lunes 7 de febrero fue tendencia, puede pasar a quedar eclipsado por otra noticia más reciente en cuestión de unos pocos días.

Por nuestra parte, aprovechando que el cadáver aún está caliente, haremos nuestro artículo sobre este nuevo e importante dinosaurio, el Abditosaurus kuehnei. Pero lo haremos a nuestra manera… Porque creemos que muchas veces, y lo hemos constatado en la gran cantidad de fuentes consultadas, los medios de comunicación se quedan siempre en lo bueno que estaba el plato de comida y en lo bien que ha quedado en vez de pensar en el tiempo que se le ha dedicado a su elaboración y de dónde ha venido cada uno de sus ingredientes.

Una metáfora algo extraña, lo sabemos, pero que esperamos que cobre más sentido después de que leáis este artículo.

Abditosaurus, el titán de los Pirineos
(Foto: A. Blázquez Riola – https://www.instagram.com/suchoblaink/?hl=es)
¿Qué hace al abditosaurus tan importante?

Para responder a esto deberíamos replantear un poco el diseño actual de la Península Ibérica y verla de otro modo, es decir, más similar al Caribe tanto en clima como en geografía, con deltas, estuarios y demás ecosistemas típicos de los humedales.

(Foto: https://deeptimemaps.com/)

Por este tema solo pasaremos de puntillas, ya que tenemos previsto hablar de ello con mayor profundidad en un futuro. Lo que estaba claro, sin embargo, es que algunas especies migraban de una zona a otra con cierta facilidad gracias a subidas y bajadas del nivel del mar. Se desplazaban hacia otras islas vecinas o  bien, provenían de regiones continentales que equivaldrían en un futuro al resto de Europa o, incluso, África y América del Sur. Y es que, durante esas bajadas del nivel del mar, se formaban una especie de puentes arenosos por los que las especies podían cruzar.

Algo así se cree que ocurrió con la familia a la que pertenece abditosaurus, los Titanosauria Saltasaurinae, que llegaron de América del Sur y de África mediante una especie de migración. Dicha teoría se ve reforzada por el hecho de que se han encontrado cáscaras de huevo fosilizadas de saurópodos que vivían en Gondwana, el bloque continental más meridional, por lo que el paso era más que posible.

Otro punto de gran importancia es la época en la que vivió este animal. La datación dada por el paleomagnetismo de las rocas de las que se extrajeron los fósiles marca los 70 millones de años. Sin embargo, los estudios de los microfósiles marinos de la zona indican los 69 millones de años. Suponemos que ha acabado ganando la datación por paleomagnetismo, porque la mayoría de fuentes que hemos consultado establecen una antigüedad para el fósil de 70 millones de años. También hemos visto en algunos sitios la cifra, que nosotros ponemos en franca duda, de 70,5 millones de años.

Sea como fuere, un millón de años arriba o abajo no cambia el hecho de estar frente a uno de los animales más recientes y cercanos a la extinción que se ha encontrado fuera de los Estados Unidos. Con este descubrimiento se consigue dar un poco más de luz a un periodo de grandes interrogantes.

Y, finalmente, el otro punto de interés de este animal es su tamaño. Ya habíamos hablado de una Europa prácticamente formada por islas, ¿verdad? Pues en las islas se produce algo que se llama enanismo insular. Cuando un animal tiene un tamaño incoherente con la disponibilidad de alimento y el espacio existente, la evolución lo hace tender a una reducción de tamaño.

Eso le sucede, por ejemplo, al Magyarosaurus dacus, un saurópodo europeo también perteneciente a los Titanosauria Saltasaurinae que medía 6 metros y pesaba poco más de 1 tonelada. Sim embrago, se estima que Abditosaurus kuehnei medía cerca de 18 metros de largo y pesaba 14 toneladas. La diferencia entre ambas especies es más que evidente.

(Foto: https://spainsnews.com/category/science/)

 

¿Qué hacen un alemán, un castellanoleonés y un catalán en un barranco?

Parece el inicio de un mal chiste, pero nada más lejos de la realidad. Fue un inicio, sí, pero de una gran odisea en busca del antes bautizado como el último titán de Europa.

Todo empezó tras el primer viaje del paleontólogo Walter George Kühne a los pirineos catalanes en 1953. Estaba interesado en seguir con su búsqueda de mamíferos del cretácico, su especialidad. Para ello, pidió permiso al Instituto Lucas Mallada de Madrid para realizar prospecciones en la zona pirenaica y ofreció a la institución sus conocimientos en fósiles de mamíferos.

Recibió la autorización y, desde el 28 de agosto al 9 de octubre de 1954, empezó una excavación en la zona de La Conca Dellà, en Lérida. Ese yacimiento recibiría el nombre del antiguo municipio al que pertenecía la zona, Orcau-1.

Y no fue solo, lo acompañaron dos, por aquel entonces, jóvenes paleontólogos: Emiliano Aguirre y Josep Montané. Pero en los mapas geológicos parecía todo más fácil que una vez estando en el terreno. La zona de interés se situaba en un barranco entre el municipio de Orcau y Suterranya.

Debían acceder a él a pie diariamente bajo el calor abrasador del verano. Así que pidieron ayuda a un grupo de mineros de Suterranya para acortar su estancia. Cabe decir que a los mineros les costó creer que esos tres iban a desenterrar algo interesante de ahí, en tierra de nadie. Ya ni pensar en un dinosaurio. Pero el capataz quiso apuntarse a la aventura y con su ayuda y la de varias mulas, subían y bajaban cada día el barranco.

Tras varias jornadas, aquello que parecía imposible se convirtió en realidad y aparecieron los primero restos fósiles. Algo que iba a ser una visita fugaz sin nada digno de mención, se convirtió en toda una excavación de dos años.

Lo que exactamente se extrajo de ahí, ya solo queda en los vagos recuerdos del capataz de la mina de Suterranya, ya que los demás integrantes de aquel grupo han fallecido con el paso de los años.

Cada fósil era minuciosamente envuelto en una arpillera (tela hecha de cáñamo), periódicos y yeso. Según comentaba el capataz, mientras que a Emiliano Aguirre le encantaba sacar fotografías de todo, a Kühne le valía con redactarlo todo en su cuaderno de notas personal. Este dato es de especial relevancia para el transcurso de la trama, ya lo veréis.

Algunas de las piezas eran tan pesadas, roca maciza obviamente, que tuvieron que trocear alguna de ellas para que las mulas de carga pudieran hacer su trabajo.

Dieron por finalizada la excavación y Montané quiso encargarse de la preparación de las, en total, 14 cajas de fósiles que habían encontrado. Decidieron que lo mejor era llevarlas en camión hacia Tremp, el municipio de la zona con mejores medios para llevar en tren la carga hasta Madrid.

Kühne, tras el envío, se volvió a Alemania. Nunca se preocupó ni quiso saber más de la valiosa carga de aquellas 14 cajas, pero es que sucedió igual en el Instituto Lucas Mallada. Al llegar, las 14 cajas se quedaron almacenadas en un sótano junto a otras las cajas. Nunca se ha llegado a dilucidar el porqué. ¿Fue un error administrativo o simplemente una falta de interés? El caso es que nadie preguntó por las cajas hasta 1984 cuando se reactivaron las excavaciones en el yacimiento de Orcau-1.

 

¿Quién era Walter Kühne?

Walter George Kühne nació en el Berlín de 1911 y fue el menor de los tres hijos del pintor, dibujante y artista gráfico Walter Kühne y de Renata von Stülpnagel, la hija de una modesta casa noble alemana.

Antes de empezar contaros un poco más la vida de este hombre (pensamos que es lo suficientemente interesante como para hacer un paréntesis en el artículo), os diremos cómo el mismísimo Walter George Kühne se describía: Amante de una atmósfera de lo provisional y la improvisación, solo así logro el bienestar y sólo así puedo dejar libre mi desbordante imaginación.

(Foto: https://www.lavanguardia.com/ciencia/planeta-tierra)

These boots are made for walking, baby. Y es que, según las fuentes investigadas, era muy difícil que alguna institución le prohibiera hacer lo que quisiera. Era su forma de vivir y entender la vida, y caer en una rutina de trabajo o tener ataduras era para él una abominación. Esto no solo lo aplicó a su vida profesional, sino también a la personal.

Sus estudios universitarios (es mejor no saber cómo fue la adolescencia de Kühne) los cursó durante tres semestres en la Universidad Friedrich Wilhelm en Berlín. Después, continuó su formación en la Universidad de Halle. Fue allí, durante sus estudios de geología y paleontología, cuando Johannes Weigelt se fijó en él. El apoyo de este paleontólogo le consiguió solvencia económica para finalizar sus estudios. Incluso logró tener todo el equipo para iniciar con buen pie su nueva carrera como paleontólogo. No le faltó de nada.

A Weigelt también le fue muy bien la vida: accedió a la rectoría de la Universidad de Halle e incluso consiguió impulsar su transformación política proarmamentista como buen nacionalsocialista que era. Pero no pasa nada, después de la guerra lo “desnazificaron” y le dieron hasta una paga por ello. Todo bien.

En cambio, Walter George Kühne se inclinaba más por el comunismo. Incluso hacía propaganda por la universidad. Precisamente por ello, perdió el apoyo de Weigelt y lo denunciaron y aprisionaron en 1933. Este hecho le supuso perder la oportunidad de acabar sus estudios universitarios, pero no minó su voluntad.

Y es que, una vez libre, tuvo que buscarse la vida como pudo cual millenial machacado por el posmodernismo ultraneoliberal de hoy en día. Se pluriempleó como bibliotecario, escribió algún artículo de divulgación científica y trabajó como “historiador” de relieves de hilos (una forma de grabado habitual en algunas campanas de las iglesias). Y nuestra favorita: vendedor de fósiles al mejor postor. Al menos, los fósiles los encontraba él con su esfuerzo y dedicación…

El nacionalsocialismo empezó a alcanzar una presencia en Alemania bastante alarmante para Kühne, así que en 1939 decide (con su primera esposa) marcharse a Inglaterra y dar un cambio a su vida. Sigue buscando fósiles, pero ahora en las costas y fisuras de Gales y el sur de Inglaterra. Y, obviamente, sigue vendiéndolos a buen precio.

Debemos admitir que tuvo notables descubrimientos en el campo de los mamíferos del Mesozoico, con algunos de los fósiles más antiguos descubiertos hasta la fecha. Incluso encontró un lagarto planeador del Triásico.

(Foto: https://www.snowwolpard.com/paleoart)

Tras esto, debido a los escasos datos hallados por nuestra parte, le perdemos la pista y se produce una elipsis en su historia. No obstante, según contó en innumerables ocasiones Alfred W. Crompton, un paleontólogo surafricano coetáneo a Kühne, durante su doctorado vio a un “refugiado alemán” llamado Walter Kühne, al poco de empezar la segunda guerra mundial, entrar en la Universidad de Cambridge buscando al paleontólogo Francis Rex Parrington con los dientes de un mamífero del que no se tenía constancia. Eran los más antiguos jamás vistos. Aquello impresionó lo suficiente a Parrington como para ofrecerle 5 libras por cada diente. Actualmente y teniendo en cuenta la inflación, serían cerca de 35 dólares. Al ver la demanda, Kühne afirmó que sabía dónde encontrar más, así que Parrington se ofreció a pagarle 5 libras por cada nuevo diente que le llevase.

El negocio le fue bien a Kühne hasta que algunos ingleses lo vieron buscando fósiles por las costas y con la tensión de ver “al enemigo”, es decir un alemán, merodear “sin sentido” por las playas inglesas, empiezan a sospechar de él y es apresado junto con su mujer en la isla de Man de 1940 a 1944 acusados de espías.

No nos quedó del todo claro al traducirlo del alemán, el orden cronológico de cómo, tras ser liberados, Kühne pasó de tener acceso como lector en la Universidad de Londres a poder trabajar con sus descubrimientos bajo la tutela del paleontólogo David Meredith Seares Watson. Pero le fue lo suficientemente bien.

Lo que sí sabemos es que en 1952 volvió a una Alemania mucho más calmada de la que dejó atrás en 1939. Pero su primer contacto con la vida en la universidad no funcionó tan bien como esperaba, así que volvió a su viejo oficio de vender fósiles. Vemos que, por aquel entonces, la venta de fósiles era lo equivalente a trabajar en un establecimiento de comida rápida cuando eres un adolescente sin dinero…

Ya probó, sin éxito, que lo quisieran como paleontólogo en la Alemania Oriental, así que tocaba probar en la Alemania Occidental. Pequeñas ventajas de tener dos Alemanias en una. Porque lo consiguió, claro. En 1956 logró doctorarse y escribir su monografía The liassic therapsid Oligokyphus que se publicó en el Museo británico de Historia Natural. Llegó a ser catedrático y consiguió inspirar a un gran círculo de jóvenes y futuros paleontólogos. Incluso tuvo un hijo, al que consideró ilegitimo por motivos en los que no nos vimos con decencia de profundizar, y se divorció. También se le murió el padre. Fue un año movidito para Walter George.

Pero el tiempo todo lo cura. En 1959 se volvió a casar con su prima lejana Ursula Kühne y tuvo dos hijos a los que también consideró ilegítimos desde el primer momento. ¿Por qué? Esa es una pregunta que jamás obtendrá respuesta.

El resto de su vida, ya que no tuvo que seguir vendiendo fósiles a nadie por dinero, la resumiremos en que en 1976 se retiró de la paleontología. Murió con 80 años y, como siempre fue un hombre al que nunca le gustó encasillarse ni etiquetarse, donó su cuerpo a la ciencia. Dos años después lo enterraron.

 

¿Qué pasó con el yacimiento?

Al paleontólogo José Vicente Santafé, a principios de los ochenta, no le cuadraba lo ocurrido en el yacimiento de Orcau. Contactó con Josep Montané para que le indicara el lugar exacto donde había empezado a escavar con Kühne.

Así pues, Santafé, en 1984 lo preparó todo para volver a aquel barranco en busca de lo que dejaron otros sin acabar. Como tenía mucha paciencia y su equipo era tan grande, decidió utilizar explosivos para eliminar de un plumazo toda la tierra estéril que se había ido acumulando con el tiempo sobre el lugar donde se hallaron los fósiles del 54.

Esperamos que se haya notado la ironía… Si Santafé tuvo compañía en su expedición, no fue numerosa, así que tuvo que usar la forma más rápida de alcanzar la cota deseada.

Dos años más tarde, se unió a su causa un grupo de aficionados a la paleontología del Instituto de Estudios Ilerdenses guiados por Antoni Lacasa para agilizar la tarea. Estos últimos desconocían por completo la historia de la excavación anterior ni quién era Kühne. Sin embargo, la incorporación del grupo fue un gran éxito. Solo cinco días después de trabajar todo juntos, hallaron una costilla de aproximadamente 1,15 metros.

Para poder asegurarse de no perderla durante el descenso, se troceó en  varios fragmentos empaquetados individualmente para después ensamblarlos. Y no todo fue esa costilla. También hallaron una gran placa ósea enterrada en el mismo lugar, pero unas lluvias torrenciales, de más de 300 litros, convirtió el lugar en una catarata de barro al mezclarse el agua con todas las arcillas que se habían levantado durante la excavación. Apenas tuvieron tiempo de cubrir las zonas de interés, como aquella placa ósea, con plásticos para protegerla.

Era imposible seguir escavando allí, así que decidieron posponerla hasta el año siguiente. Pero ese año siguiente nunca llegó.

Por su parte, Santafé hizo restaurar correctamente aquella costilla y se depositó en la colección del Museo de la Conca Dellà.

Muchos años después, en 2011, la televisión catalana (TV3) produjo un programa en el que, por casualidad o no, se llevó nuevamente a expertos al yacimiento de Orcau-1. El guía fue Antoni Lacasa, que recordaba bien dónde estaba todo. Bajo las arcillas, aún estaban los plásticos que colocó Santafé.

Retiraron los sedimentos acumulados y encontraron la placa ósea. Aquello impulsó todo un conjunto de campañas de excavación que se iniciaron en junio de 2012 y acabaron en octubre de 2014, para extraer el máximo que pudiera ofrecer el yacimiento.

(Foto: https://twitter.com/unizar)

El equipo encargado lo formaba personal investigador del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP), del Museo de la Conca Dellà (MCD), de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), de la Universidad de Zaragoza (UNIZAR) y de la Universidade NOVA de Lisboa (UNL).

Tras varios años de encontrar diversas piezas del animal, como parte de la cintura pélvica, pequeños fragmentos de las extremidades inferiores, costillas diversas, parte de vértebras dorsales, fragmentos de extremidades superiores y cintura escapular, llegó lo mejor: las vértebras cervicales. En concreto, 12. Y algunas de ellas, incluso, estaban fusionadas entre sí. El hallazgo en julio de 2014 de aquel cuello, les llenó de emoción. No era para menos, y es que el orden de los factores estaba claro.

Si seguimos las cervicales, que estaban en un estado excepcional, hacia arriba, ¿lo siguiente qué era? El cráneo. Pero el cráneo nunca se halló ni se hallará. Tras profundizar a más de 8 metros, pueden afirmar sin temor a equivocación que de Abditosaurus kuehnei ya no quedan más restos en Orcau-1.

Al ver que empezaron a encontrar vértebra tras vértebra, se decidió realizar un documental sobre este increíble descubrimiento y plasmar, a modo de falso directo, todo lo que conllevó después el proceso de su estudio. Se emitió en la televisión catalana en 2017 con el nombre de L’últim gegant d’Europa, El último gigante de Europa.

Con un total de 53 piezas, este animal es uno de los más completos de su clase. Y bajar aquel cuello de una pieza los trajo de cabeza. Tuvieron que utilizar un tractor de obra para poder mover, montaña abajo, el bloque de casi 6 metros y 4,5 toneladas de peso en que se convirtió aquel fósil tras ser envuelto con el mayor de los cuidados. Envolvieron la pieza inicial en gasas y fibra de vidrio, reforzándolo con una estructura metálica que rellenaron de poliuretano expandido para evitar que se partiera.

(Foto: https://www.rtve.es/noticias/s/ciencia-y-tecnologia/)

 

¿Y los huesos que faltan?

Dos cabos quedaban sueltos en la investigación de los restos fósiles de Abditosaurus kuehnei.

El primero eran las 14 cajas que fueron al Instituto Lucas Mallada, actualmente Museo de Ciencias Naturales de Madrid, ¿qué fue de ellas?
Desde el ICP se envió al paleontólogo Bernat Vila a ponerse en contacto con ellos para recuperar las cajas y así completar el esqueleto del animal con las piezas obtenidas por el grupo de 1954. Una vez halladas, o al menos lo que se creía que eran las cajas que envió Muntané, las abrieron. Para su sorpresa, había menos de lo esperado. La tibia sí que parecía casi completa, pero los restos de fémur y húmero eran fragmentarios. El resto de cajas eran fósiles de mamíferos. Fueran o no excavados por Kühne, no era lo que andaban buscando.

(Foto: https://www.ccma.cat/tv3/sense-ficcio/)

Así que sólo quedaba el segundo cabo suelto: el cuaderno de Kühne. Ese hombre se lo apuntaba todo. Si hallaron más restos, toda la información estaría anotada en el cuaderno.

El problema fue encontrarlo. En los archivos del Museo Nacional de Madrid no estaba. Había cartas personales, algunas de las fotografías que hizo Aguirre y diversos documentos oficiales que no aportaban más que paja inservible. Así que probaron a ponerse en contacto con los hijos de Kühne. ¿Recordáis a sus últimos dos hijos? Sí, exacto, esos a los que también consideró ilegítimos. Pues los encontraron.

Anna Klebe y Urs Klebe se pusieron en contacto con los investigadores del ICP después de estar a punto de eliminar el e-mail al pensarse que era spam o algún tipo de asunto de su difunto padre del que tampoco querían saber nada. Pero la palabra “notebook” en un e-mail sobre su padre, el hombre más analógico sobre la faz de la Tierra según sus propios hijos, les llamó la atención. Suponemos que confundieron “notebook” con la versión actual y tecnológica, pero gracias a eso respondieron. Y confirmaron que, en efecto, tenían la libreta/notebook de su padre guardada.

No tardó mucho Bernat Vila en coger un vuelo a Stuttgart, Alemania, y visitar a los hijos de Kühne. Sí, nosotros tampoco sabemos por qué se apellidan Klebe si tanto su padre como su madre, prima de Kühne, tenían ese apellido Kühne. Otra pregunta que jamás obtendrá respuesta.

Con la ayuda de ambos, empiezan a traducir el cuaderno y Vila descubre que había un par de fémures de 1,6 metros que se tuvieron que partir para poder manipularlos bien y ser enviados a Madrid para luego ensamblarse. Además, confirma que los restos estaban en buen estado cuando se escavaron, así que el motivo del estado actual siguió sin resolverse. Pero un dato de gran importancia fue que Kühne era muy consciente de la ubicación del resto de fósiles y, de haber seguido excavando, hacia dónde dirigir la excavación para encontrarlos. Tenía todos los estratos bien definidos y las páginas no escatimaban en datos, cifras y dibujos.

El contenido del cuaderno se escaneó y el original se quedó junto con los hijos de Kühne. Lo más curioso, al menos desde nuestra percepción es que, tal y como lo definieron los hijos, Walter George Kühne nunca mencionó su estancia en Cataluña ni que allí encontró fósiles de dinosaurio. Sabíamos desde un buen principio que los dinosaurios nunca fueron su fascinación, que lo suyo eran los mamíferos del Mesozoico, pero creemos que hubiera sido, como mínimo, una buena anécdota para contar a sus hijos.

El enigma del abditosaurus estaba completo. Los yacimientos de icnitas de gran valor mundial como las encontradas en Fumanya o la zona de nidificación en Coll de Nargó, con esa ingente cantidad de huevos fósiles de saurópodo, uno de los más importantes de toda Europa, tenían su lugar en el rompecabezas del Mesozoico en esta zona y las respuestas las estaba dando este nuevo dinosaurio. Siendo la Península Ibérica una zona de humedales, no sería descabellado teorizar que un grupo de Abditosaurus kuehnei se desplazara desde Orcau hacia la zona de Coll de Nargó para la puesta de huevos, pasando por Fumanya y dejando allí sus huellas.

(Foto: http://www.parc-cretaci.com/es/paleontologia.php)

Incluso la impresión de piel en Vallcebre, bastante cerca de las localidades anteriores, que es la más moderna encontrada en Europa y una de las más importantes del mundo debido a su datación de 66 millones de años, también podría estar relacionada con dicho animal.

El 7 de febrero salió publicado el paper en la revista Nature Ecology & Evolution. El artículo fue titulado: A titanosaurian sauropod with Gondwanan affinities in the latest Cretaceous of Europe. Escrito por Bernat Vila, Albert Sellés, Miguel Moreno-Azanza, Novella Razzolini, Alejandro Gil-Delgado, Iñaki Canudo y Àngel Galobart.

Nosotros no hemos accedido al paper por 32 motivos, uno por cada dólar que hay que pagar por acceder a su lectura. Pero estamos deseosos de conseguir una versión libre y así completar, aunque no sea en este artículo, todo lo que nos falta por saber de este último gigante de Europa.

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